La Violencia Armada Tiene Rostros Inesperados: El Impacto de Género Más Allá de los Estereotipos

A menudo, al hablar de violencia armada, nuestra mente se enfoca en un solo tipo de víctima. Sin embargo, este es un problema que afecta a todas las personas de maneras que varían profundamente según el género, la edad y el rol que la sociedad nos ha asignado. Para comprender la complejidad de este fenómeno, debemos ir más allá de las narrativas simplistas y reconocer su impacto diferenciado.

Un Problema que Destruye a Todos

La violencia armada se manifiesta en la vida de hombres, mujeres, jóvenes y personas con otras identidades de género. Aunque las mujeres y las niñas son a menudo el foco principal de las campañas de sensibilización, esta visión es incompleta. La violencia armada es una manifestación de dinámicas de género arraigadas en nuestra sociedad.

Hombres, Jóvenes y Niños: Un Riesgo Desproporcionado

Las estadísticas globales confirman que el género y la edad son indicadores fiables del riesgo de homicidio. A nivel mundial, la tasa de homicidios en hombres es cuatro veces mayor que en mujeres. Este fenómeno es particularmente visible en nuestra región, donde los hombres, especialmente los jóvenes, enfrentan un riesgo desproporcionado de ser víctimas de asesinatos.

El caso de Costa Rica es un ejemplo claro: los hombres han tenido la mayor tasa de víctimas de homicidios durante la última década de forma constante. En el 2024, la tasa de homicidios de los hombres es cuatro veces mayor que la tasa de homicidio de las mujeres.

En la región de las Américas, los hombres de entre 15 y 29 años tienen una de las tasas de homicidio más altas del mundo, siendo los más vulnerables. En el 2024, el grupo etario con mayores víctimas de homicidio en Costa Rica fue entre 25 a 34 años.

Masculinidad, Estereotipos y Violencia

Los hombres y niños son desproporcionadamente las víctimas mortales de homicidios con armas de fuego, a menudo debido al reclutamiento forzoso en grupos armados o al ser objetivos de la violencia. Esto se relaciona directamente con la presión de los estereotipos de género que asocian la masculinidad con la agresividad, el poder y el uso de las armas.

Estas normas de masculinidad dominante no solo influyen en el comportamiento violento, sino que también promueven un ciclo peligroso: los jóvenes que crecen expuestos a la violencia tienen una alta probabilidad de convertirse tanto en víctimas como en victimarios. En América Latina, la alta tasa de homicidios entre hombres jóvenes se relaciona con la participación en pandillas y grupos de crimen organizado, donde la violencia se convierte en un medio para ganar respeto.

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